En los últimos años nuestra comunicación social dejó
de ser fundamentalmente oral para volver a ser escrita. Pensemos por un
momento cuántos llamados telefónicos y charlas de café hemos reemplazado
por mensajes de texto, emails, chat, y sumemos el furor de las tantas
redes sociales, a las que dedicamos decenas de horas mensuales.
Más de 750 millones de personas en el mundo (17 millones
en Argentina) comunican su "estado" vía Facebook. Ya pocos llaman para
preguntar: "¿Cómo estás?". Twitter lo secunda con 200 millones de
usuarios (más de 500.000 en Argentina) para contar "qué está pasando".
Todo por escrito.
Aunque resulte impensado, lo último en materia de comunicación
refiere a los primeros tiempos de la humanidad. En un principio no hubo
letras, alfabetos ni palabras; había imágenes, dibujos, formas,
aparentemente sin sentido, pero sin dudas con una significación. Cuántos
íconos resumen hoy un mensaje (sonrisa, dedo en alto, guiño de ojo,
llanto, labios en posición de beso).
Luego vinieron las primeras letras, alfabetos y palabras.
¿Cuántas abreviaciones y "nuevos lenguajes virtuales" inventamos por
estos días para "decir por escrito" y, así, ahorrar tiempo y costos (x,
+, ksa, msj, tqm)?
Desde los primeros tiempos el hombre quería decir algo y
necesitaba decirlo por escrito. Piedra, papiro, madera, papel. soporte
digital. Miles de millones de mensajes por segundo viajan hoy por el
cosmos virtual, sin que sus emisores gasten saliva. Evitan sobrados
ejercicios maxilofaciales, propios del habla. Ya quedan pocos mensajeros
a caballo, palomas. carteros y cadetes.
Un minúsculo "botón rojo" detona millones de noticias, ideas y
emociones. ¿Somos conscientes de todo lo que se juega a diario con tan
sólo presionar una tecla, un enter, un send o un click? ¿Qué solemos
decir? ¿Qué buscamos? ¿Qué evitamos? Si bien el mundo virtual redujo las
presencias y la cantidad de abrazos, caricias, apretones de manos y
demás; es, además, excusa y escudo de compromisos y responsabilidades.
Es cierto, también, que muchos escriben lo que no pueden expresar "con
la boca". Reducen así los niveles de alexitimia (la incapacidad de decir
lo que uno piensa y siente) y se juegan otros tiempos cognitivos,
muchas veces preventivos. El proceso de escribir es mucho más lento y
reflexivo que la emoción que solemos "escupir", muchas veces sin
filtros. Escribir es, incluso, mucho más lento que pensar. Pienso, digo,
escribo. en ese orden suelen jugarse los tiempos de la mente. Escribir,
en este sentido, nos permite ser más conscientes de nuestras
expresiones. Sin embargo, varios se arrepienten o lamentan haber enviado
por escrito palabras explosivas antes de una respiración casi siempre
prudente.
Son muchos los "pros y contras" detrás de este "dígalo
sin hablar". Lo importante es aggiornarse a los tiempos, aprovechar los
nuevos recursos y facilidades. siendo plenamente concientes del sentido,
el uso, posibilidades y restricciones de las relaciones (orales y
escritas) en estos tiempos modernos.
Comunicación responsable, le dicen.
No hay comentarios:
Publicar un comentario