martes, 7 de febrero de 2012

Decirlo sin hablar

En los últimos años nuestra comunicación social dejó de ser fundamentalmente oral para volver a ser escrita. Pensemos por un momento cuántos llamados telefónicos y charlas de café hemos reemplazado por mensajes de texto, emails, chat, y sumemos el furor de las tantas redes sociales, a las que dedicamos decenas de horas mensuales.



Más de 750 millones de personas en el mundo (17 millones en Argentina) comunican su "estado" vía Facebook. Ya pocos llaman para preguntar: "¿Cómo estás?". Twitter lo secunda con 200 millones de usuarios (más de 500.000 en Argentina) para contar "qué está pasando". Todo por escrito.

Aunque resulte impensado, lo último en materia de comunicación refiere a los primeros tiempos de la humanidad. En un principio no hubo letras, alfabetos ni palabras; había imágenes, dibujos, formas, aparentemente sin sentido, pero sin dudas con una significación. Cuántos íconos resumen hoy un mensaje (sonrisa, dedo en alto, guiño de ojo, llanto, labios en posición de beso).



Luego vinieron las primeras letras, alfabetos y palabras. ¿Cuántas abreviaciones y "nuevos lenguajes virtuales" inventamos por estos días para "decir por escrito" y, así, ahorrar tiempo y costos (x, +, ksa, msj, tqm)?
Desde los primeros tiempos el hombre quería decir algo y necesitaba decirlo por escrito. Piedra, papiro, madera, papel. soporte digital. Miles de millones de mensajes por segundo viajan hoy por el cosmos virtual, sin que sus emisores gasten saliva. Evitan sobrados ejercicios maxilofaciales, propios del habla. Ya quedan pocos mensajeros a caballo, palomas. carteros y cadetes.



Un minúsculo "botón rojo" detona millones de noticias, ideas y emociones. ¿Somos conscientes de todo lo que se juega a diario con tan sólo presionar una tecla, un enter, un send o un click? ¿Qué solemos decir? ¿Qué buscamos? ¿Qué evitamos? Si bien el mundo virtual redujo las presencias y la cantidad de abrazos, caricias, apretones de manos y demás; es, además, excusa y escudo de compromisos y responsabilidades. Es cierto, también, que muchos escriben lo que no pueden expresar "con la boca". Reducen así los niveles de alexitimia (la incapacidad de decir lo que uno piensa y siente) y se juegan otros tiempos cognitivos, muchas veces preventivos. El proceso de escribir es mucho más lento y reflexivo que la emoción que solemos "escupir", muchas veces sin filtros. Escribir es, incluso, mucho más lento que pensar. Pienso, digo, escribo. en ese orden suelen jugarse los tiempos de la mente. Escribir, en este sentido, nos permite ser más conscientes de nuestras expresiones. Sin embargo, varios se arrepienten o lamentan haber enviado por escrito palabras explosivas antes de una respiración casi siempre prudente.



Son muchos los "pros y contras" detrás de este "dígalo sin hablar". Lo importante es aggiornarse a los tiempos, aprovechar los nuevos recursos y facilidades. siendo plenamente concientes del sentido, el uso, posibilidades y restricciones de las relaciones (orales y escritas) en estos tiempos modernos.
Comunicación responsable, le dicen.



Por Eduardo Chaktoura para Bizness 20 Doce

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